YO ESTUVE SENTADO EN ESA SILLA
Por: Marco Antonio Romero Juvera
Hace un par de días atrás, acudí a la Clínica de Rehabilitación Insight, lugar donde estuve incorporado por alrededor de 3 meses, en ese tiempo llevé un proceso para que mi cuerpo y organismo se desintoxicara, proceso que sirvió también, para que yo trasformara mi vida.
Y es que para nadie es un secreto que en el pasado tuve muchos problemas de comportamiento inapropiado, derivado por mi adicción al alcohol.
Gracias a ese proceso de noventa días, hice una excelente relación con Mario Martínez, director de Insight, o “el cuartel” sobrenombre que le pusimos los guerreros de luz que compartíamos habitación en aquellos tiempos, por considerarnos soldados heridos por los golpes que da la vida.
Debido a esa amistad, me permito acudir una vez al mes a cargar batería en el “cuartel” y a compartir con los nuevos soldados que están luchando contra sus adicciones mi testimonio y la experiencia de vida que he adquirido después de haber sido dado de alta, experiencia del trabajo fuerte y constante, que me ha mantenido limpio hasta el día de hoy.
Al llegar, siempre me reciben con alegría y jubilo porque vuelvo como ejemplo de perseverancia y convicción de vivir, y la alegría y jubilo no es porque yo sea un estuche de monerías, o porque yo llegue con regalos de ropa fina o regalando dinero, ni tampoco es porque vayan a tener un banquete por el hecho de contar con mi presencia.
No, nada tiene que ver con lo mencionado anteriormente, el motivo que me reciban con ese ímpetu, es que estoy llegando limpio de cualquier adicción, y al conocer las estadísticas de las personas que consumieron como yo alcohol, cocaína, metanfetamina etc. Solo el 2% se mantiene firme el resto de su vida, motivo de “FE” y “ESPERANZA” porque no volví a la clínica en calidad de recaído.
Después de saludar a los nuevos guerreros de luz en el cuartel, me dirijo a saludar y a ponerme al día con mis hermanos (Héctor Rene, Leo y Juan Carlos) que estuvieron compartiendo conmigo largas noches de meditación, estudio, llantos y varios chascarrillos, personas que hoy en día se han quedado como servidores de Dios para brindar su mano a cualquier individuo que llegue implorando ayuda.
Siempre voy por dos días y una noche, así que tengo que seguir las reglas del lugar y aprovechar al máximo el poder compartir con los nuevos ingresados a la comunidad Insight, y al llegarse la hora de dormir de los guerreros de luz (9-10 pm) me toca compartir mis nuevas batallas con mi Sensight, quien sigilosamente comprueba que he salido victorioso hasta el día de hoy y mis armaduras (mente, cuerpo y alma) siguen fuertes y sin signos de golpe alguno.
Al despertar lo primero que hacemos es agradecer a DIOS (PODER SÚPERIOR, COMO LO CONCIBAS) para después, proceder con sus estudios y sus talleres de aprendizaje.
El día avanza y me toca participar con una ponencia donde mezclo mis experiencias de lucha, combinadas con reflexiones y con nueva información que he investigado y que sigo estudiando al paso de los días.
Al fin llega la hora de comer y posteriormente un par de horas de meditación que yo utilizó para dar respuestas a las preguntas de mis hermanos sobre la vida en el exterior.
La Clínica Insight cuenta con 2 extraordinarios psicólogos a quien mando un fraternal saludo, en especial a Denisse, con quien sigo estando en contacto y a quien acudo por consejos en conjunto con mi sensei cuando voy a tomar una decisión difícil y me siento inseguro.
El motivo de mencionar a los psicólogos, es que 3 de mis hermanos que mencionaré como A, B y C por el anonimato, se acercan conmigo y me dicen -Tony, nos identificamos más con tus palabras que con las de los psicólogos- motivo por el cual sonreí un poco, porqué tiempo atrás yo hice esa misma pregunta antes de abrir mis ojos.
“Hermanos”, les dije; -Nuestros psicólogos son excelentes doctores de la mente y están más que preparados para responder a cualquier pregunta que les hagan, que ustedes sientan empatía y que mis palabras y consejos sean más penetrantes y se identifiquen conmigo más que con ellos, no es porqué yo sea más inteligente, es por el mismo motivo que yo estuve ahí en la silla donde ahora tú estás sentado, yo estuve ahí en el hoyo que ahorita tu estas y yo sé cómo salir- fui ahí que les cayó el 20 que soy uno de ellos (Misma enfermedad) y que tengo la cura para levantarme de esa silla y salir del hoyo.
“Y como le hiciste me preguntaron”, a lo que respondí – Sentado en esa silla y en ese mismo hoyo, fue cuando me rendí ante Dios y rogué porque me diera fuerzas para vencer mis adicciones y que me diera permiso de volver a la vida y disfrutar de las cosas valiosas que tengo como son mis hijas, mi esposa, mi madre y de una familia que me ama, a lo que Dios me escuchó y me dijo, “adelante, te voy ayudar como siempre te he ayudado aunque tú me hayas sacado de tu vida y de tu corazón, pero el proceso de cambio y transformación por tu adicción y malos hábitos va hacer doloroso y para siempre”, a lo que accedí porque había vivido cosas que ningún ser humano debe vivir en este mundo terrenal, accedí porque ya había sufrido y perdido demasiado y accedí porque mi corazón y mi espiritualidad estaban vacías por la falta de Dios y jamás lo pude llenar con nada que no fuera él-.
Cuando estuve en su lugar sentado en esa silla y en ese mismo hoyo derrotado por el alcohol y las drogas fue cuando empecé a preguntar acerca de esta enfermedad, cuando estuve sentado en esa silla y en ese mismo hoyo, fue cuando empecé a hablar menos y escuchar más, y al escuchar más y poner más atención, empecé a ver que todas las personas que estaban en el centro de rehabilitación conmigo tenían consejos que me podrían servir para salir del hoyo en que me encontraba.
Sentado en esa silla pude hablar de mis errores, de mis miedos, de mis inseguridades, liberando una gran carga de peso muerto que traía conmigo sin necesidad.
Sentado en esa silla aprendí a perdonar a las personas que me hicieron daño y me marcaron en alguna etapa de mi vida, sentado en esa silla pude liberarme de haber sido víctima de violación de niño por un familiar y que trastornaron mi conducta e instinto sexual y peor aún, que lo cargué por tantos años porque cuando lo confesé me dijeron que me callará por el bien de la familia sin importar mi bienestar mental.
Sentado en esa silla volví a sentir a Dios en mi corazón cuando por fin me pude perdonar yo mismo por la clase de vida que había llevado, sentado en esa misma silla me pude perdonar por haber intentado privarme de la vida en varias ocasiones por cobarde, mediocre y miedoso de enfrentar mi realidad y asustarme por unos cuantos golpes de la vida.
Sentado en esa silla reconocí que la única persona causante de mi sufrimiento era yo mismo, porqué lo permitía, sentado en esa silla entendí que el único que saboteaba mi éxito era yo mismo, por el miedo al dolor, al cambio, a transformarme, a crear consciencia, a crecer y ser responsable.
Sentado en esa silla comprendí que el alcohol y las drogas no eran el problema, tenía un dolor interno que quise mitigar con estas sustancias, donde al paso del tiempo las adicciones absorbieron mi primer problema y en conjunto se hizo enorme, se hizo un monstruo, se hizo mi infierno.
Sentado en esa silla comprendí que yo no podía amar a nadie, si no soltaba todo el coraje que le tenía a la vida, si no empezaba amarme yo mismo, no podría sentir la alegría de estar vivo y apreciar la dicha y el poder de ver la luz de un nuevo amanecer.
Sentado en esa silla vacié mi mente, mi alma y mi corazón y empecé a llenarlos con oración, con libros que me motivaran a ser mejor persona, con amor, con perdón, con agradecimiento, con empatía, con nuevos hábitos, con nueva música y con nuevos cantos.
Sentado en esa silla dejé de quejarme de todo, de sentirme el centro del universo, de creer que todo lo que me pasaba era culpa de todos excepto mía, dejé de pedir y comencé a dar, dejé de llorar tanto y sonreír más, dejé de hablar de los defectos de la gente y empecé a trabajar en mis defectos.
Sentado en esa silla dejé de estar viendo pasar el tiempo y empecé aprovechar cada segundo que me daba Dios para transformarme, para mantenerme ocupado y no preocupado, para aceptar las cosas que no podía cambiar y para tomar valor para cambiar las que sí podía.
Sentado en esa silla supe que todos los mensajes que escuche en alguna ocasión de personas en situación de calle por las adicciones eran reales, eran mensajes que quisieron haber escuchado en su momento y nadie se los dijo.
Sentado en esa silla comprendí que el único responsable de mi vida y de la toma de decisiones era yo, sentado en esa silla comprendí que no existe una medicina para dejar el alcoholismo ni la drogadicción más que yo y mi fuerza de voluntad y las ganas de vivir la vida y cumplir con nuestra misión para la que fuimos destinados en este tiempo y en este espacio.
Sentado en esa silla comprendí que todo el mundo me puede abandonar pero mientras no vuelva a sacar a Dios de mi corazón y no me abandone yo mismo todo va estar bien.
Sentado en esa silla estudiando, leyendo, escribiendo etc. Sentí que ya no era codependiente del alcohol y drogas y que dedicándome, trabajando fuerte todos los días, meditando, reflexionando, ejercitándome, amando, viviendo mis días como si fuera el último de mi existencia, podría ser quien quisiera ser, y alcanzar cualquier meta que me plantee.
Sentado en esa silla alce mi brazos porqué me di cuenta que sentado en esa silla había salido del hoyo y al salir del hoyo, ya no necesitaba estar sentado en esa silla-
Al final creo que mis hermanos A, B y C, entendieron el concepto de sacarle provecho a su anexo en vez de estar viendo pasar el tiempo con ansiedad y quejándose de todo.
P.D. Aquí afuera tengo otras sillas que me recuerdan de dónde vengo, quién soy y a dónde voy.
Me despido saludando a mis 2 fieles lectoras; mi señora madre y mi señora esposa y como dijo el Nazareno Amarnos los unos a los otros.
Marco Antonio Romero
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