¿Qué escribes con mi lápiz papá?

 

Por: Marco Antonio Romero

 

El día de hoy al caer la tarde, invité a mi princesa menor a pasear por el parque de nuestra colonia.

Mi hija (quien tiene un nombre espectacular y es lo último que debemos perder cuando nos sentimos afligidos por alguna pena o un problema)  “ESPERANZA”, como toda niña de 6 años no tardó en abandonarme para irse a los resbaladeros con 2 nuevas amigas que hizo en cuestión de segundos.

Y es que a esa edad la mayoría de los niños y niñas son completamente sociales y sin prejuicios, solo basta con un ¡HOLA! para convertirse en las mejores amigas del mundo sin importar su clase social, si tiene carro o casa con alberca.

Curiosamente cuando vamos creciendo nos volvemos más selectivos, y no siempre buscamos socializar por motivos de empatía, al contrario, en la actualidad y con el estilo de vida que lleva la sociedad, buscamos socializar con las personas para ver qué beneficios obtenemos de ellas.

También al crecer a parte de volvernos expertos para seleccionar a la gente por conveniencia, nos volvemos expertos en clasificar a las personas.

¡Esa no porque es pobre!, ¡aquel tampoco porque fue alcohólico!, ¡aquel menos, fue priísta!, ¡aquel ni de chiste, es morenista!; aquel es divorciado, aquel es albañil, aquel estuvo en la cárcel, aquel, aquel, aquel…

Siempre resulta más  fácil eso de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Después que fui abandonado por mi princesa, hice una pausa para observar toda el área recreativa en busca del mejor lugar para postrarme a escribir mi columna, y por supuesto, para tener el mejor ángulo y poder mirar jugar a mi hija y cuidar que no pasara nada fuera de lo común.

Y de pronto lo vi, un hermoso árbol de Palo Fierro de edad mediana que con el atardecer destellaba un esplendor de luz que me invitaba a acompañarlo y disfrutar de esa combinación mágica de la naturaleza.

Para los que no me conocen, siempre me ha gustado escribir, desde niño le hacía cartas a mis padres y a algunos familiares, también en algunas ocasiones le escribí cartas al fallecido cantante Antonio Aguilar que por esa época lo admiraba mucho.

Y ya que toqué el tema de las cartas de mi niñez, les contaré un secreto que nadie sabía hasta el día de hoy, les escribí muchas cartas a Daniela Contreras y Mercedes Granillo, y un par de cartas a Lilian Amparo y Fátima Franco pero jamás las entregue, me deshacía de ellas después de redactarlas.

Y es que a esa edad los niños y las niñas tenían su propio club y en ese tiempo una regla universal de todos los clubes de niños, es que las niñas tenían piojos, un estereotipo que además de falso, forjo inseguridad en mi persona y jamás pude decirles que me gustaban.

Al paso del tiempo fui creciendo y tomando malas decisiones que me llevaron de tropiezo en tropiezo.

Discutía con todo mundo y mi vida se había vuelto un caos, pero lo rescatable de aquellos tiempos fue que jamás me peleé con los libros y terminé estudiando la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Sonora, con especialidad en periodismo, ¡CLARO! para seguir escribiendo.

Para los que me conocen la mayoría del tiempo siempre cargo mi bolsa al cuello donde guardo un par de libros, un par de libretas, plumas y mis llaves, pero ésta vez cuando me disponía a escribir acompañado de aquel joven árbol de Palo Fierro y escuchando las risas de los niños, algo salió mal, había olvidado mis plumas en mi casa.

Para mí buena fortuna, mi hija había llevado su libro de colorear y su bolsita donde guarda sus colores, y al ver que no los utilizaría por el momento, opté por buscar y tomar prestado uno de ellos, entre la búsqueda para ver cuál iba a utilizar encontré un lápiz y decidí hacerlo partícipe de mi columna para el portal Tinta Libre donde redacto.

Al estar redactando en una de mis libretas acerca de la inseguridad que se vive en Sonora, se acerca mi hija corriendo junto a sus amigas y me las presenta, “papi ella es mi amiga Sofía y ella es mi amiga Emily” a lo que contesté mucho gusto, mientras me percataba de la presencia de unas señoras, quiero pensar que eran las madres de las niñas que solo cuidaban que estuviera todo bien.

“Ya vamos a nuestro consultorio” dijo una de las niñas, y yo pregunte ¿A cuál consultorio? Ya sabía que estaban jugando al hospital y tenían a todas sus muñecas de pacientes, “La torre de los resbaladeros es nuestro consultorio” respondió la niña, mientras la otra decía “sí, es que las 3 somos doctoras”.

Adelante les dije yo, vayan y diviértanse, y antes de salir corriendo con sus nuevas amigas me mira mi hija y me dice…

¿Qué escribes con mi lápiz papá?

 

En ese momento se me vino a la mente una reflexión que leí cuando estaba en la clínica de rehabilitación (INSIGHT) y me cambio mucho la forma de ver las cosas.

Después del flashazo de ese recuerdo le dije a mi hija, -ve y diviértete con tus amigas y al ratito te digo que estoy escribiendo con tú lápiz-. Cambié la hoja donde llevaba 3 párrafos llenos de violencia por los últimos acontecimientos sangrientos ocurridos en Caborca, Guaymas y Obregón,  por una hoja en blanco, donde empecé a redactar estas líneas, para hacerles llegar la historia del Lápiz.

En aquellos tiempos que me encontraba transformando mi forma de pensar y actuar en la clínica (Insight), una mañana lluviosa estaba motivado escribiendo una canción cuando se acerca un compañero y me dice, “tú deberías ser como el lápiz” a lo que mi incapacidad de ver más allá de mis narices conteste –¿Qué tiene de especial el lápiz? es igual que todos los demás-.

Él sereno y muy tranquilo respondió “todo depende de cómo mires las cosas, yo en ese lápiz que traes en tu mano veo 5 cualidades que son idénticas a la trasformación que estas llevando”

Y prosiguió diciéndome, -Primera cualidad: puedes hacer grandes cosas, pero no debes olvidar nunca que existe una (MANO) que guía tus pasos, a esa mano le llamamos Dios y éste debe conducirte siempre en la dirección de su voluntad.-

“Segunda cualidad: de vez en cuando se necesita dejar de escribir y usar el sacapuntas. Con eso el lápiz sufre un poco, pero al final está más afilado. Por lo tanto, has de saber soportar algunos dolores, porque te harán ser una persona mejor.

-Tercera cualidad: el lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar los errores, Debes entender que corregir una cosa que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino correcto.

“Cuarta cualidad: lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que lleva dentro. Por tanto, cuida siempre lo que ocurre dentro de ti.”

-Y por último, la quinta cualidad del lápiz: siempre deja una marca. Del mismo modo, has de saber que todo lo que hagas en la vida dejará huellas y procura ser consciente de todas tus acciones.-

Al final el cuento que me dijo fue una historia de   Paulo Coelho, pero sin lugar a duda, hizo una diferencia en mí.

La noche cayó por completo y al ver que poco a poco los padres y sus hijos se iban retirando de las instalaciones, llamé a mi hija para que se despidiera de sus amigas y retornar a casa para degustar de una rica cena que nos tenía preparada su mamá (Enchiladas suizas) que no es por presumir pero estuvieron deliciosas.

A partir de hoy, llegué a la conclusión que aparte de escribir mi columna, escribiré de reflexiones, entrevistas, anécdotas y experiencias que puedan servir de ejemplo de mis días oscuros y del proceso de trasformación que estoy llevando a cabo.

También hago el compromiso de ayudar a otras personas y dar el extra de lo que este a mi alcance, porque todos somos valiosos he importantes y en esta recta final el mundo nos necesita más de lo que creemos.

 

Siempre a la orden su amigo.

Marco Antonio Romero #GD